19 de noviembre de 2013

400 días

Empecé un día, hace ya 400, a escribir un cuento idílico con una pluma de eterna tinta roja. Pero me me rompieron dicho escrito en mil pedazos ante lágrimas impasibles y palabras de dolor. Hoy en día, 400 después, mi libro es una novela negra cuyo final ya conozco, pues la empecé a escribir desde el final con un lápiz de carbón en un desierto sin agua para llantos. Que lo único que me resta decidir es el cuándo, el cómo, el quién y el cuánto.

21 de octubre de 2013

No te prometo

No te prometo la eternidad de los bienes, ni el olvido de las ínfimas penas.
 No te prometo la plata, ni marfiles, ni ébano encolado para tu tez reflejar.
  No te prometo la perenne perfección, ni la omnisciencia de tus emociones.
   No te prometo la tranquilidad, ni la cordura de los desquiciados.
    No te prometo una vida de continuas alegrías sin mareas que nos extravíen.
     No te prometo una racionalidad inmutable que esta alma pueda soportar.
      No te prometo una pasión soñada que te haga desvelarte en las penumbras.
       No te prometo una riqueza que este emisario te pueda aportar.
        No te prometo historia infinita de sangre, amor y libertad narrada por poetas.
         No te prometo locuras crueles que me inunden y alimenten mis celos.
          No te prometo miedo y la más traumática de las pesadillas de mi mano.
           No te prometo dolor sazonado y las más dulces de las lágrimas.

                                          Pero niña de ojos vidriosos, bien sabes que soy humano, 
                                                 y miento.

24 de julio de 2013

Demomaquia (Parte VI) | Secretos en las tinieblas

"Son doce mil. Sin nombre, en féretros de piedra, en un cementerio cavado en lo más hondo de la mentira. Pobres desgraciados con uniforme de huesos y polvo de calcio roído por el tiempo."

¿Cual es mi nombre? Mi nombre, preguntan. Resuena el eco de la pregunta en las cavidades del templo y sale al cielo por el óculo de la cúpula. Me golpean una y otra vez sin darme ocasión ni tiempo a responder. Mi pierna aún rezuma sangre. No les diré nada. No hay piedad que pueda comprar con información. ¿Quién te envía? ¿A quién sirves? Más golpes. Brota sangre de mi boca. Y más. Balbuceo frases sin sentido, con un último golpe de bota en la nariz me lanzan contra una columna. Un guardia desenvaina su espada y acaricia mi barbilla con su punta.

-Un balbuceo más y te corto el cuello, asesino.

Levanto el brazo pidiéndole tiempo y con el otro tomo mi pistola, la lanzo al suelo.

-Está... cargada.

Otro guardia la toma, -El plomo sigue aquí.- Desde atrás se oyen pasos. El Patriarca se acerca con las manos entrecruzadas. Aparta dos guardias y se alza ante mí. No me habla, sólo me mira, como un hombre mira una hormiga en el suelo. Alza su mano para que uno de los guardias ponga una daga en su palma, dos de ellos me reducen y me arrodillan ante él. Se acerca y en susurros me habla.

-¿Eres un Vigilante? No, no tienes pinta. ¿Un Alas Negras? ¿Quién eres joven? ¿Quién te ha enviado? ¿Por qué le has volado los sesos a Àn-Sether?

-Yo... no le... he volado los sesos a nadie.- Balbuceé entre los borbotones de sangre de mis labios. -Mi... arma...- El Patriarca me interrumpió.

-¿Y de dónde vino el disparo, pues? Yo mismo vi como sacabas tu arma y disparabas. ¡Maldita sea la gracia de los Nueve! ¿Por qué mataste al Ethanestoff?- dijo mientras me apretaba la daga contra la clavícula.

-Lo habría hecho, señor, créame, y justo después habría acabado con usted a cuchilladas si fuese necesario. Pero de mi arma no salió proyectil alguno. Mi dedo índice no fue lo bastante rápido.- La muerte me esperaba y la había aceptado ya. No quedaba esperanza alguna para mí. Me miró con furia. Furia que no estaba alimentada por pena hacia el muerto, sino por miedo. Miedo ante cualquier amenaza que pueda gestarse contra él. Contra los nobles, los ricos. El disgusto crece en los bajos fondos, los barrios más pobres se mueren y sufren la viruela. -Tiene miedo, ¿verdad?- Susurré. -Los dioses son débiles cuando el pueblo no tiene fe en ellos.-

El anciano se quedó callado un momento. -¿Vas a morir por nada?- dijo recuperándose y mirándome por encima- ¿vas a gastar una larga vida por callar? ¿Por qué lo mataste? ¿Por qué lo ibas a matar?

Tomé aire mientras miraba al suelo, mi cuerpo colgando de los brazos de los dos guardias. -Mi padre... era arquitecto. Dirigió la recuperación de este mismo templo hace 5 años. Usted lo conocía, mi señor. Jensen Starvos, le llamaban "Manos blancas" porque siempre tenía sus manos manchadas del polvo del mármol trabajado.

Mientras hablaba el Patriarca se volvió hacia mí sorprendido. -¿Eres el hijo del arquitecto?

-Mi padre trabajó largos meses en este lugar. Lo convirtió en su segunda casa, lo conocía al detalle, mejor que a su propio hogar, mejor que al cuerpo de mi madre. -Aspiré con fuerza.- Conocía todos sus... secretos.

Hubo un largo silencio, interrumpido por el Patriarca. Empujó a los guardias que me sujetaban y me agarró del cuello. A pesar de la edad, sentí fuerza en la tenaza de carne que me aprisionaba. Me arrastró como pudo mientras llamaba a su capitán para que le ayudase. -Dos más guardad la entrada a la Sala Roja, ¡el resto salid a la plaza y acabad con el caos de las calles!-

La sala roja era una estancia interior, al norte del centro de la cúpula en la sala principal. Era un espacio ovalado, con una estatua de mármol de un guerrero con un yelmo de plumas rojas y una cama carmesí. La estatua se situaba sobre un pedestal rectangular, que en realidad era la tumba del rey Astor el Protector. Un descanso eterno para un monarca. A su alrededor, a lo largo del óvalo, se sucedían unas 50 columnas de tumbas de soldados que murieron en el delta del Icos, organizadas hasta en 5 pisos que llegaban hasta el techo. Acompañarían al rey más de 250 fieles guerreros muertos, en eterna guardia junto a su señor. El patriarca y su capitán me arrastraron circunvalando la estatua central, que parecía juzgarme con su lanza mientras yo me postraba arrodillado ante él. En el otro extremo de la estancia se abría un nicho con una pila, y sobre ella una balda de piedra sujetando un cáliz de plata y rubíes. El patriarca tomó el cáliz y presionó la balda sobre la que se encontraba. Se oyó un sonido fuerte tras el nicho y la corriente pasó por una pequeña puerta secreta tras la roca. Ante ellos unas escaleras que descendían hacia la oscuridad. El espacio ya no estaba cuidado, no había mármol, ni azulejos rojos ni estatuas gloriosas. Un angosto pasillo interminable de piedra sin trabajar recubierta de musgo y una humedad que ahogaba el aliento.

-Estos son los secretos que desenterró tu padre del olvido, ¿no es cierto? -No pude evitar la congoja. Ante mí nacía un pasaje de apenas dos metros de altura por uno y medio de ancho, flanqueado en las paredes por nichos y tumbas. Un cementerio largo tiempo olvidado que llegaba más allá de donde la vista se perdía en la oscuridad. En cada lado del pasillo unas 4 filas interminables, unas sobre otras de féretros de piedra, ataúdes encajonados.

-Las catacumbas... -dije, ya con la sangre de los labios seca. Miré al patriarca desafiante: -Matasteis a mi padre cuando descubrió esto, ¿verdad?-

-La historia la escriben los vencedores, chico. -dijo el viejo- Astor ganó en el delta, y a pesar de que los libros dicen que la victoria se saldo con sólo 250 bajas de nuestro bando, cierto es que esos libros los escribimos nosotros. El mito de tan gloriosa y absoluta victoria ensombreció la verdad de lo que ocurrió aquel día: una victoria pírrica. Los 250 que murieron acorde a las historias restan en la sala roja. Aquí, en estas catacumbas descansan los 12000 restantes que murieron aquel día.

-¿Por qué? -exclamé.- ¿Por qué olvidarles?

-¿Crees que Astor habría contado con el apoyo del pueblo si se supiese que había enviado a más de diez mil hombres a la muerte? Aquél día 12000 de los nuestros cayeron ante 9000 hombres de Ifflehim. Ganamos militarmente. Perdimos humanamente. A la vuelta, el rey entró a la ciudad acompañado de 8000 triunfales supervivientes y seguido de carros cargados con toneladas de cadáveres. Según el Lord dijo, eran los cadáveres del enemigo, que gracias a su bondad yacerían en nuestra ciudad, como rivales honorables. -el viejo paró y miró al horizonte negro de ese pasillo interminable.- Mentira. Los cuerpos de los 9000 de Àn-Ermaugh se pudrían en el delta, corrompido por la muerte y convertido en un pantano. La carnaza que había entrado en la ciudad era la de los hombres de el rey Protector, muertos por la urbe que habían jurado proteger. Después de todo, Astor quiso tener algo de honor bajo la mentira. 12000 cadáveres, padres, hijos, maridos y hermanos; muertos por su Lord. Aquí yacen olvidados, habiéndose sacrificado en vida y en muerte por el estatus de su rey. Nuestra ciudad es lo que es hoy por su muerte y su olvido. Nuestros últimos 1500 años se han basado en esta mentira.

Un extraño sentimiento recorría mi cuerpo. Las tumbas parecían dejar escapar tímidos suspiros secos en la estancia inundada por un aire pesado y pegajoso. Me llegaba a sentir culpable. Eran desgraciados, pobres hombres injustamente olvidados.

-Tu padre murió por eso, chico. Descubrió la Tumba de los Olvidados. No nos podíamos arriesgar a que hablase. Durante siglos hemos intentado recobrar las relaciones con Ifflehim, pactar una paz tras tantos años de odio y rencor por lo ocurrido aquel día. -El viejo tenía un brillo extraño en sus ojos mientras hablaba, y el frío y el aire parecía más cargado.- Tu padre querría honrar a los que aquí restan, pero este descubrimiento habría hecho fuertes a Ifflehim, se habrían levantado en armas al ver que después de todo nosotros no eramos tan superiores como ellos creen y el intento de paz sería un fracaso. Logramos silenciarle. Pero tú, bastardo, tú has matado al hijo del señor de Ifflehim; y con ello viene la guerra. ¿Aún no tienes nada que decir?

-Sí... -dije con una mueca sonriente- Yo no he matado a nadie, y de haberlo hecho te habría matado a ti, asesino...-dije riendo, llevado por una extraña locura.- Y... viendo lo que se os viene encima... creo que vais a tener que ampliar este sitio.

El viejo me pisó la cabeza hasta que mis risas cesaron.

4 de junio de 2013

Demomaquia (Parte V) | Lugar erróneo, momento equivocado

"Una capucha gris, como un peregrino que llega a una nueva tierra para liberarla de los cuervos y los buitres.  Es un lobo, un halcón que caza ratas."

Me deslizo entre las figuras de la muchedumbre como entre la maleza de un manglar. Mi rostro ensombrecido bajo la capucha gris y me coloco el pañuelo tapándo mis facciones. Se muestran reacios a dejarme paso, me cuesta avanzar entre tanta gente. Estoy a apenas 20 yardas del carruaje cuando de pronto los guardas empujan a las primeras filas de espectadores con hostilidad, protegiendo al señor y al Patriarca, haciendo pasar sus alabardas a escasas pulgadas del público. Los guardianes están colocados a unas 3 yardas el uno del otro, para cubrir un espacio mayor, habiendo una valla adornada entre cada uno de ellos. Me muevo entre tanto caos rodeando el carruaje hasta poder ver a mis objetivos saludándose. Avanzo esquivando miradas y discretamente busco mi pistola de percusión enfundada a mi espalda bajo el abrigo. Paso a paso mi mano aferra el arma con mayor fuerza. Ya no hay vuelta atrás, los guardias me miran. Me dispongo a saltar una de las vallas entre dos guardias rápidamente, aprovechando el gentío y la confusión me dará unos segundos de ventaja antes de que se echen sobre mí., quizás incluso pueda escapar de esta. Un guardia me ha visto, me alerta, lo ignoro. Salto la valla y estoy a 5 metros de el noble, desconoce que a sus espaldas se le aproxima su muerte. El guardia salta la valla, se disponen a reducirme. Desenfundo la pistola rápidamente, apunto al viejo.

Un estruendo envuelve la plaza y todo se hunde en un silencio mortal. El señor del este se desploma. Me quedo paralizado, aún con el brazo en alto apuntando al frente, a la cabeza del Patriarca, pero estoy paralizado. Me paso la mano libre por mi cara, estoy empapado en sangre que no es mía. Vuelvo a alzar la mirada hacia el Patriarca, que me mira aterrorizado antes de huir entre la marea de corazas que es su guardia personal, cuyo capitán, de alto penacho rojo corre hacia mí, señalándome. Vuelvo en mí y me doy la vuelta, vienen a por mí, y veo como la muchedumbre se dispersa. Rápidamente huyo e intento perderme entre el mar de individuos. Las alabardas ondean y derriban a muchos. Salgo del gentío y me dirijo a una callejuela donde quizás les pierda, pero cuando estaba a punto de entrar siento como una hoja se hunde en mi gemelo. Me derriban y el guardia pone el lucerne en mi cuello. Cuando quiero darme cuenta estoy rodeado de ellos, con sus rodillas en mi sien y mis manos asfixiadas, inmovilizadas por una pareja de guardias. Rápidamente me doy cuenta, mientras me levantan y me empujan hacia el interior del templo, que algo peor que la muerte me espera.

19 de mayo de 2013

The Fog

Put you own soul in you pockets, safe it is, swear it to be.
Hide it from the others who want to steal it from thee.
Now in the darkest hours, where no haven can be seen.
May you find your place on Earth before the sky gets blinded by him.

Miss the sun when it's no longer felt, recite your prayers soon.
Before the dark swallows come and the pikes tumble down.
Bethink the beams of light you used to enjoy in other times.
Run away from the fog before it closes the gaps between him and you.

Jump the chasms and the rifts and the holes that he left in you heart.
Don't forgive nor forget, take another look at the scars in your wrists.
Behold the times that are about to come, embrace your rebirth.
Don't close your eyes, don't give up my dear, get up and keep your way.

No longer your blinded by the lies and the voices with which you suffered in pain.
Show yourself to this newborn world and lead this bright parade.
Take your time, know the mankind and maybe we're fine with them.
No matter, I'll be right before you and shall I follow you to the end of the days.

We'll see how world grows in its new form and shall we bring life in peace.
A dream of lives that have go through so much finally let them enjoy their mirth.
With a sun that shines so bright and a moon which imbrues 'em with might.
Free as they are, away from the fog that brought extinction to this land.




19 de marzo de 2013

Demomaquia (Parte IV) | Templos e historia

"Miradles, escondidos tras escudos verdes. Todos ellos morirán hoy. Y muchos de nosotros también caeremos con honores. Ellos son los causantes del mal de nuestra gente. Nuestra urbe  se eregirá como gobernadora de todo territorio, desde las costas del oeste hasta las áridas  tierras del este. Las aguas de este río se han alimentado con miles de años de guerra. Nutridlas pues con su sangre, hijos míos"

La plaza está desierta, tanto frío causa la insensibilidad en mis dedos. Estoy sentado en un banco a unas 150 yardas del portón del templo. No deben ser ni las siete de la mañana, y el sol aún no alumbra la torre del reloj como para permitirme ver la hora exacta. La plaza está desierta. Las puertas del templo están cerradas.

Es gigantesco, siempre que había pasado por delante de la fachada me había sentido como un insignificante grano de arena ante tal majestuosidad arquitectónica. Las grandes columnas con fustes detallados con imágenes de guerras y héroes sostenían un friso liso, sobre el cual se alzaba un frontón semicircular con un altorrelieve de la batalla del delta del Icos, tantos murieron hace tantos años. En el frontón se distinguía una inscripción ya casi ilegible, en una lengua ya largo tiempo olvidada. Mi padre era arquitecto, recuerdo algunas cosas que me contó del templo. El nombre oficial es Templo Magno de Astor el protector. Fue construido en honor a la victoria de éste ante el rey Àn-Ermaugh, de Ifflehim en el delta del río Icos, hace más de mil quinientos años. Según se dice en las antiguas escrituras, la litografía del frontón reza unas palabras que el propio Astor pronunció antes de entrar en combate: "Las aguas de este río se han alimentado con miles de años de guerra. Nutridlas pues con su sangre, hijos míos". Pacíficas palabras para colocar en un edificio público, ciertamente.

La gente comienza a llegar, se han colocado unas vallas de madera adornada con banderas y blosones de la ciudad formando un pasillo desde el centro de la plaza hasta el portón del templo. La plaza se llena de personas, curiosos madrugadores que esperan un espectáculo. La luz del sol matinal baña el espacio y el reloj de la torre se muestra ante todos los que se reúnen bajo su sombra. Son las 11:30.

Queda poco para que llegue el señor, como decían los carteles. Se oye un barullo proveniente del centro de la plaza. Miro de nuevo al reloj, son las 11:44. El carruaje ha llegado. Entre tantos gritos, se para en el epicentro, entre banderas y sobre una alfombra enorme que cubre una gran superficie. Se paran los caballos y los hombres en brillantes armaduras y con largas armas de acero hacen las veces de murallas humanas que separan al gentío del carro. Y entonces las puertas se abren, con un sonido sordo, y un frío aliento parece ser escupido por el interior del templo. Las gentes callan, y entre las sombras del interior aparece una figura atraviada en blanca túnica, con una barba gris que le llega a la altura del pecho. El cerdo del patriarca sale a la plaza y baja el crepidoma acompañado de una comitiva de eclesiásticos, guardias magnos y sirvientes. A su vez, la muchedumbre grita. Parece que el joven del este ha bajado de su carruaje.

Me levanto y me dirijo a mi objetivo. Miro una última vez a la torre y veo un brillo característico proveniente de una de las ventanas bajo el gran reloj. Estoy concentrado y decidido. Hoy la sangre nutrirá algo más que el delta del Icos.

14 de marzo de 2013

Ropas beiges

Un vestido de tela beige, transparente que, con palabras mudas el viento esculpe figura de suaves formas. El barro lo oscurece, no elimina el color carne al ropaje. De tacto rugoso pero agradable, un placer para los dedos. Y qué placer hay mayor que abrazar, como una cinto a una cadera, una vestida por un vestido beige.

11 de marzo de 2013

Demomaquia (Parte III) | El trueno y el espejo

"El disparo se oyó desde todos los rincones de la ciudad, como un trueno seco y cruel que resquebrajaba el aliento de quien lo oía. Cayó muerto el noble, frío, como un rey en jaque mate."

Se daban la mano, como amigos de toda la vida, más no era su amistad un simple acuerdo económico, basado en las mentiras y las traiciones conjuntas ante el débil. Cruzó mi mente volarle los sesos al patriarca, pero eso no dependía de mí. Todo a su tiempo, decía mi abuelo. Ajusté la mira hasta conseguir una imagen tán nítida que podía ver las gotas de sudor resbalando por su frente, parece que el puerco se asa en esos hornos de metal. Apunté ligeramente sobre la cabeza del objetivo para compensar la caída del proyectil a tal distancia, tomé aire y lo solté lentamente entre los labios con un tímido silbido.

Un mínimo golpe de dedo índice, un estallido ensordecedor, una violenta sacudida en la cabeza del noble y una calma incómoda. De pronto, todo se para. Cesa el clamor de las muchedumbres ante el eco del trueno, acrecentado por las corazas de los guardias. Las palomas en la plaza nublan el cielo huyendo del estruendo en bandada. Las sombras de sus alas oscurecen las armaduras pálidas. El Patriarca dedica una última sonrisa afectuosa al señor del este, que lentamente pasa a una mueca de confusión para llegar a una de terror. Y entonces, entre tal silencio, se desploma un cuerpo sobre las alfombras colocadas en la plaza, y poco a poco tornan a un brillante tono carmesí, que sirve de espejo en el cual se reflejan las palomas que se alejan hacia las alturas. Y entonces, el silencio cae víctima de los gritos agudos de la gente, los guardias rodean el cadáver y preparan sus mosquetes apuntando en todas direcciones. Los protectores disuelven a la muchedumbre buscando a alguien sospechoso, con algún arma de fuego. La gente corre, y ante tal caos, los guardias enloquecen. Cogen a un hombre encapuchado que huía despavorido con el gancho de un lucerne y lo hieren de gravedad, me pregunto si lo usarán de chivo expiatorio. Me pesa el daño a los inocentes, pero no depende de mí, yo ya he cumplido, yo ya he desaparecido, entre los tejados de la urbe. Mi trabajo aquí, hoy, ha terminado. Os he dejado el casquillo que ha matado a vuestro señor en la torre, allí tendréis la prueba de quién ha sido el culpable, quizás así salve inocentes. Aunque bien dudo que se molesten en investigar, antes aplastarán a todo el que parezca sospechoso con tal de hacer eterno el terror impuesto. Es hora de que sean ellos las víctimas del pavor del que fueron autores. Las tornas cambian.

6 de marzo de 2013

En sueños

En sueños.

Tan oscuro se presenta el futuro para el viajero, pues no encuentra refugio en siluetas borrosas de realidades deseadas cuya debilidad de acontecer le quita el sueño.

Y resiste, pero su coraza es agrietada por palabras que caen como sentencias.

Y aguanta, pero no hay lanzas ni escudos que le protejan de esto.

Cuando todos sus pensamientos se nublan y sólo la sal de sus heridas perdura, envuelto en una bruma de incertidumbre que le quita el sueño.

Y siempre, no hay sueño a su alcance.

Pero niega despertar, porque sólo tiene sueños.

26 de febrero de 2013

Demomaquia (Parte II) | Como herramientas de un artesano

"Este es mi fusil, hay otros muchos, pero éste es el mío. Mi fusil es mi juicio y es mi vida. Tengo que dominarlo y evitar ser movido por su poder, pues sin mí, mi fusil no sirve; y sin mi fusil yo no sirvo."

Las decenas de voces y diferentes conversaciones que tenían lugar en la plaza se silencian cuando un carruaje entra en la plaza por el lado este. De madera de calidad, embellecido con telas verdes que ondean tras de sí con el movimiento. Las gentes han inundado la plaza y son separadas del lugar del encuentro por varios metros de guardias del patriarca, que amenazan con sus alabardas a los que se acercan demasiado. Piden silencio. Preparo mi Ébano.

Ellos tendrán mosquetes, yo tengo algo incluso mejor. Venida del este, un prototipo de arma de fuego sustancialmente más precisa que las suyas. Lo llaman fusil. Esta es mi Ébano. Pesa diecinueve libras y tiene un cañón estriado de seis palmos, que hace que la munición tenga tal poder de penetración y alcance que puede atravesar una coraza de bronce a trescientas yardas. Una recámara permite disparar tres veces rápidamente mediante un mecanismo de cerrojo antes de tener que prepararla de nuevo. En mis bolsillos guardo una docena de proyectiles, puntiagudos como estiletos que atraviesan hierro, carne y hueso. Acarician el metal de las entrañas del fusil y coloco un proyectil, cierro la cámara y con la palanca la cargo. Mi Ébano. La mira, un prodigio telescópico, me ayudará a tener una vista privilegiada sobre el encuentro. Estaré a apenas unas doscientas yardas del carruaje, nada que no haya hecho ya. Se ha bajado.

Se baja orgulloso, el ruido de las grebas chocando contra el suelo se oye en toda la plaza, con sus galas, capa carmesí y una coraza de acero con incrustaciones de argenta como buen noble; a su cintura, su espada, un estoque con filo cortante. Pelo lacio a la altura de su mentón, ligera barba, facciones suaves y unos ojos que sonríen falsamente a su anfitrión. Su nombre es Àn-Sether, de la familia Ethanestoff, hijo del señor de Ifflehim, reciente protegido del patriarca, una pieza clave del plan dado a continuar el orden establecido. Porta el título de Àn, señal de que pertenece a la casta de los antiguos monarcas del este, antaño grandes dirigentes desde la ciudad de Ifflehim. Hoy en día es una dinastía decadente de un reino que no es ni la sombra de lo que fue. Las ansias de recobrar el prestigio se pueden sentir en sus acciones recientes.

Sé lo que pasa aquí, y aquí estoy para que no ocurra.

21 de febrero de 2013

Demomaquia (Parte I) | Hojas al atardecer

"Brilla con un frío destello al sol del atardecer.  Mi acero es fiel y sirve a la justicia, con muescas que narran sus victorias."


El reloj de la torre marca las once avanzadas. Me encuentro sentado espalda contra la pared bajo el ventanal de la estancia de los mecanismos que hacen que funcione el tiempo, tras de mí la inmensa plaza y el decadente templo. 

Gracias a un pequeño agujero a mi derecha y tomando mi cuchillo en el ángulo perfecto puedo verles aparecer reflejados en la hoja, a lo lejos. Llega la jauría del patriarca, una comitiva de una treintena de guardias. Modernos mosquetes de pedernal, alabardas y lucernes, corazas de metal y yelmos cerrados coronados con penachos rojos que recorrían sus espaldas, como crines de caballos. Eran fortalezas andantes, inexpugnables e invencibles, o eso se dice. Soldados de élite, producto de años de formación, decididos a sangrar por lo que representaba el templo a sus espaldas. 

Comienzan a colocarse en una hilera doble, creando un pasillo que une el inmenso portón con la vía que cruza la plaza. Suenan trompetas. Ya vienen.

10 de febrero de 2013

Descenso

Llueve para todos, indiscriminadamente.
Y lo cierto es que yo me mojo y las gotas me nublan la vista, pero no importa la vista de un ciego en un mundo de sordas mentiras.
En esta experiencia sensible a la que corresponde mi novato corazón defino espirales que guían, ronca y demacrada voz, que susurra baladas, poemas y actos de fe a espaldas del sol.
Actúo y fallo en esta obra póstuma, escrita por un demente que ha perdido el rumbo que le fue ordenado por esta cruenta sociedad. 
No cruel de voraz, ni tampoco de gran violencia; cruel por la lucha y la pérdida. Pero claro, no es cruel, es supervivencia; y por ello soy cadáver, muerto, como una presa.
Me lleva Cerbero en sus fauces terceras, las más oscuras que escupen mares color magenta. De sangres coaguladas y hedor de muerte, castigo de necios y falsos héroes.
Me dirijo al bosque del séptimo círculo, a esperar que mis raíces ahonden hacia el Cocito, y perderme en los hielos de las más indeseables torturas, donde mis fuerzas fallarán y me postraré ante el caído.
Allí donde el aire es ventisca y las cadenas atan la sombra. Con espadas de sangre helada, partiré los aceros sedientos de poder, y todo será nada, en una fría oscuridad eterna.


2 de febrero de 2013

Otro de esos escritos estúpidos que habla de gilipolleces y que, por razones que no alcanzan a mi entendimiento, tanto me rondan en el subconsciente en estos últimos tiempos de forma oscura y dolorosa.

Permíteme recordarte, 
alma de ojos vidriosos;
cuando nos dedicábamos miradas 
en vez de cumplidos.

Cuando mis pasos los guiaba la felicidad
y no una débil esperanza.
Cuando el deseo era pasión
y no crear encrucijadas.

Cuando las palabras eran dulces
y no ácidas y cortantes.
Cuando el calor inundaba el espacio
y los colores eran claros.

Color añil y magenta,
del frío que camuflaban los besos.
Color añil y magenta,
del calor que emanaban sus labios.

Color amarillo y negro,
de sonrisas ensangrentadas.
Color amarillo y negro,
de la locura y la insania.

Llora para mí un río, como decía la canción,
de aguas dulces que revivan mi interior.
En el que se refleje un futuro
que me despoje del temor.
Que así su corriente y cauce
me guíe hacia el amor.

Que vuelvan las fuerzas
a los dedos de mis manos,
para tocar esos acordes 
prohibidos y olvidados.
Pues son acordes felices
exentos de llanto.

El billete, como me dijo el barquero,
pertenece al feliz. Y yo,
alma gris, anido en prados negros;
donde espero mi billete
como devoto un milagro
o agua el sediento.

Pero no me es dado más
que falsa esperanza. 
Igual de útil que para un pez
una fotografía del agua.

Y me hundo hasta el abismo,
donde mi vista no es necesaria.
Y me hundo en la locura,
y mi cordura se desata.

Las luces en las noches
perdieron todo el brillo.
No hay calor que me resguarde, 
de todo este frío.

Designa culpables, traidores y sombras.
No entones siquiera el "mea culpa".
¿Soy mentira y no verdad?
¿Acaso un sujeto a modo de parche?
Sentirse nicotina no es bueno
para alguien que siente todo en balde.



16 de enero de 2013

Rojo y azul

Recuerda las calles de Septiembre
como oda, a imagen del francés.
Imágenes en blanco y negro
que hieren cual balas su fe.

Déspota, César, tirano gris,
justa injusticia engalanada
en firmas con plumas de oro,
dinero, su alma estancada.

Comercia con sangre e ideas,
billetes de piel muerta,
diamantes rojo brillante
y rifles de madera negra.

Donde el sol muere brilla fuerte,
y muere por donde nace el sol.
Dos bloques eternos de mundo
que insaciables alzan su voz.

Y el azul se mezcla con el rojo,
y el verde con el pardo así.
Colores que gritan historia
tan fuertes me hicieron partir.


9 de enero de 2013

Horror dual


Sus rojas mejillas por el abrigo del sol.
Sus nudillos helados por el aliento invernal.

Sus cabellos oscuros como pico de cuervo.
Sus tez brillante, rosada y jovial.

Sus sentimientos su símbolo de debilidad. 
Sus ideas se muestran para sí leal.

Sus victorias guardadas en baúles ficticios. 
Sus derrotas iluminan en oscuridad real.

Muchacha, luz de mi ocaso, 
enterrarás mis huesos en ataúdes de ébano y marfil.




7 de enero de 2013

Caminante gris

Como el caviar que explota
en sus bocas liberando aromas de mar
explotarán mis venas cuando
mi corazón no lata nunca más.

Y así descienda la niebla
a los campos de duda y miedo,
por un futuro en el que el Sol y la Luna
no mueran más en su feudo.

Ojos oscuros jamás lúcidos
ahora llorosos por la mentira vil,
añora y desprecia cual hielo y fuego
recuerdos ya fríos que tornan añil.

En una terrible dualidad
fruto de mi mente enferma e insana,
mi cuerpo, coraza de cuero
mi alma, ya sin mañana.

Dirige así sus pasos cual caminante errante
y los acantilados grises le esperarán
y la murria le invade, recordando tiempos felices
para así luego no levantarse jamás.



4 de enero de 2013

.357

                   *Click* Un reloj de 6 horas, vacío y sin nada. 

                      *Click* Una hora de plomo que quema y que mata. 

                        *Click* Ya no está vacío, en él su hora marcada. 

                           *Click* Un pulgar se desliza sobre un cuerno de plata.

                             *Click* Un acero frío sobre su sien helada. 

                               *Click* Un último suspiro que su mente desata. 
  
                                  *Click* Su índice en la hoz que le conducirá a la nada.

                                    *Click* Y cierra sus ojos.                              

*Click*



2 de enero de 2013

Historia de una ida, una vuelta y algo más.

Antes de decir nada aclarar que amo a Tolkien y todo lo relacionado con su legendarium. Me parece sin lugar a dudas que su universo y sus historias cuentan con una riqueza que dudo ver jamás en ningún otra obra. También decir que me encantó la adaptación de principios de siglo sobre la trilogía de El Señor de los Anillos dirigida por el Peter Jackson, se nota que el neozelandés es gran admirador del escritor y sus películas están cuidadas, con un gran trabajo y lujo de detalles.

Para nada opino como muchos otros han dicho que la trilogía de películas es mala y que no respeta a los libros, creo que son grandísimos films muy bien desarrollados. Recordar que esas películas son adaptaciones de los libros, basadas en él e intentando seguir la estela que dejó Tolkien, imprimiendo centenares de páginas en una decena de horas de metraje. Obviamente sobra decir que hay incoherencias entre las películas y los libros, cosas que se han cambiado, cosas que han añadido, cosas que han eliminado; pero eso no tiene porqué significar que sea "peor" o que "insulte a la obra de Tolkien".

Por ejemplo, en los libros el papel de Arwen es casi inexistente. No es ella quien lleva a Frodo a Rivendell sino Glordfindel, quien habría servido de nexo para relacionar la historia de El Señor de los Anillos con los relatos de la Primera Edad. Aún así, entiendo que se haya hecho esto, el papel de las mujeres en los libros es muy pequeño, y dando más peso a Arwen y a Éowyn se equilibró esto. Y esa es sólo una de la gran cantidad de "incoherencias" entre libro y film.

Tras decir esto, puedo decir que El Hobbit: Un viaje inesperado es una gran película. Técnicamente, no hay nada malo que decir, está filmada en unos sólidos 48 f/s, una fotografía increíble, una BSO asombrosa, los preciosos paisajes neozelandeses y un cuidado excepcional en todas y cada una de sus escenas. Me gusta que se haya mantenido el carácter "infantil", por así decirlo, del libro original. El Hobbit después de todo pretende ser un cuento del autor para su hijo, a diferencia de El Señor de los Anillos. Sin embargo he notado que quizás hayan ridiculizado demasiado a algunos personajes, véase Radagast el Pardo, que (A parte de que su papel en la película no corresponde al del libro, lo cual no tiene nada de malo) parece más bien sacado del universo de Harry Potter que de Tolkien. También en el caso del Rey Trasgo, que excede en lo ridículo con frases totalmente fueras de contexto.

Pero, quitando esto, El Hobbit es en definitiva una buena película. Me gustaron mucho las escenas iniciales en las que vemos la versión de Peter Jackson de cómo sería la cultura enana de la Tierra Media, con los personajes de Thráin, Thror y Thorin. Las épicas escenas de la batalla ante las puertas de Moria, con un cuidado y detalle extremo de forma similar a La última Alianza en la trilogía de El Señor de los Anillos. Estos detalles de despliegue de recursos para escenas de apenas 2 minutos quedan en la retina. La película por supuesto va a la estela de ESDLA de Peter Jackson, lo podemos ver en cómo los primeros 15 minutos transcurren en el futuro con un Bilbo anciano acompañado por Frodo. Probablemente no alcance el éxito de dicha trilogía, pero sigue siendo un placer para los sentidos.

En definitiva y ya para acabar, porque si sigo no haré más que repetirme. El Hobbit tiene pinta de ser una trilogía de gran calidad. Tiene puntos malos, sí, como los ya dichos o el hecho de que se hayan inventado una trilogía de un libro de 400 páginas, pero si lo enriquecen con una buena historia y usando detalles de otros escritos de Tolkien, estoy más que dispuesto a hacer mi visita anual al cine, que toca.



Acomódense y prepárense, nos espera un año hasta la próxima entrega de la historia de la Compañía de Thorin II Escudo de Roble. Hasta entonces.