1 de junio de 2015

La irónica dicha de los niños inocentes.

Dicen
que más allá,
pasados los días eternos
donde la lluvia es hielo
y la bruma es sombra;
nacen fugaces
estrellas
de dolor
y de soledad.

Dicen
que no hay ojos que aprecien
en la tierra de los nietos de Adán
tal destello
de inocencia,
de miedo
y de olvido.

Dicen
que alzan la vista al cielo
buscando gloria,
buscando paz,
buscando vida,
buscando.

Dicen
que quedan
las estrellas caídas
en desesperación,
por azar o por debilidad,
pudriéndose
en la sal.

Dicen
que se tornan en carcasas
y se entierran hondo
en túmulos sin nombre,
y se olvidan sus caras
para perderse
y no encontrarse
en la inmensidad
de los días venideros.