10 de febrero de 2013

Descenso

Llueve para todos, indiscriminadamente.
Y lo cierto es que yo me mojo y las gotas me nublan la vista, pero no importa la vista de un ciego en un mundo de sordas mentiras.
En esta experiencia sensible a la que corresponde mi novato corazón defino espirales que guían, ronca y demacrada voz, que susurra baladas, poemas y actos de fe a espaldas del sol.
Actúo y fallo en esta obra póstuma, escrita por un demente que ha perdido el rumbo que le fue ordenado por esta cruenta sociedad. 
No cruel de voraz, ni tampoco de gran violencia; cruel por la lucha y la pérdida. Pero claro, no es cruel, es supervivencia; y por ello soy cadáver, muerto, como una presa.
Me lleva Cerbero en sus fauces terceras, las más oscuras que escupen mares color magenta. De sangres coaguladas y hedor de muerte, castigo de necios y falsos héroes.
Me dirijo al bosque del séptimo círculo, a esperar que mis raíces ahonden hacia el Cocito, y perderme en los hielos de las más indeseables torturas, donde mis fuerzas fallarán y me postraré ante el caído.
Allí donde el aire es ventisca y las cadenas atan la sombra. Con espadas de sangre helada, partiré los aceros sedientos de poder, y todo será nada, en una fría oscuridad eterna.


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