Empecé un día, hace ya 400, a escribir un cuento idílico con una pluma de eterna tinta roja. Pero me me rompieron dicho escrito en mil pedazos ante lágrimas impasibles y palabras de dolor. Hoy en día, 400 después, mi libro es una novela negra cuyo final ya conozco, pues la empecé a escribir desde el final con un lápiz de carbón en un desierto sin agua para llantos. Que lo único que me resta decidir es el cuándo, el cómo, el quién y el cuánto.
19 de noviembre de 2013
21 de octubre de 2013
No te prometo
No te prometo la eternidad de los bienes, ni el olvido de las ínfimas penas.
No te prometo la plata, ni marfiles, ni ébano encolado para tu tez reflejar.
No te prometo la perenne perfección, ni la omnisciencia de tus emociones.
No te prometo la tranquilidad, ni la cordura de los desquiciados.
No te prometo una vida de continuas alegrías sin mareas que nos extravíen.
No te prometo una racionalidad inmutable que esta alma pueda soportar.
No te prometo una pasión soñada que te haga desvelarte en las penumbras.
No te prometo una riqueza que este emisario te pueda aportar.
No te prometo historia infinita de sangre, amor y libertad narrada por poetas.
No te prometo locuras crueles que me inunden y alimenten mis celos.
No te prometo miedo y la más traumática de las pesadillas de mi mano.
No te prometo dolor sazonado y las más dulces de las lágrimas.
Pero niña de ojos vidriosos, bien sabes que soy humano,
y miento.
No te prometo la plata, ni marfiles, ni ébano encolado para tu tez reflejar.
No te prometo la perenne perfección, ni la omnisciencia de tus emociones.
No te prometo la tranquilidad, ni la cordura de los desquiciados.
No te prometo una vida de continuas alegrías sin mareas que nos extravíen.
No te prometo una racionalidad inmutable que esta alma pueda soportar.
No te prometo una pasión soñada que te haga desvelarte en las penumbras.
No te prometo una riqueza que este emisario te pueda aportar.
No te prometo historia infinita de sangre, amor y libertad narrada por poetas.
No te prometo locuras crueles que me inunden y alimenten mis celos.
No te prometo miedo y la más traumática de las pesadillas de mi mano.
No te prometo dolor sazonado y las más dulces de las lágrimas.
Pero niña de ojos vidriosos, bien sabes que soy humano,
y miento.
24 de julio de 2013
Demomaquia (Parte VI) | Secretos en las tinieblas
"Son doce mil. Sin nombre, en féretros de piedra, en un cementerio cavado en lo más hondo de la mentira. Pobres desgraciados con uniforme de huesos y polvo de calcio roído por el tiempo."
¿Cual es mi nombre? Mi nombre, preguntan. Resuena el eco de la pregunta en las cavidades del templo y sale al cielo por el óculo de la cúpula. Me golpean una y otra vez sin darme ocasión ni tiempo a responder. Mi pierna aún rezuma sangre. No les diré nada. No hay piedad que pueda comprar con información. ¿Quién te envía? ¿A quién sirves? Más golpes. Brota sangre de mi boca. Y más. Balbuceo frases sin sentido, con un último golpe de bota en la nariz me lanzan contra una columna. Un guardia desenvaina su espada y acaricia mi barbilla con su punta.
-Un balbuceo más y te corto el cuello, asesino.
Levanto el brazo pidiéndole tiempo y con el otro tomo mi pistola, la lanzo al suelo.
-Está... cargada.
Otro guardia la toma, -El plomo sigue aquí.- Desde atrás se oyen pasos. El Patriarca se acerca con las manos entrecruzadas. Aparta dos guardias y se alza ante mí. No me habla, sólo me mira, como un hombre mira una hormiga en el suelo. Alza su mano para que uno de los guardias ponga una daga en su palma, dos de ellos me reducen y me arrodillan ante él. Se acerca y en susurros me habla.
-¿Eres un Vigilante? No, no tienes pinta. ¿Un Alas Negras? ¿Quién eres joven? ¿Quién te ha enviado? ¿Por qué le has volado los sesos a Àn-Sether?
-Yo... no le... he volado los sesos a nadie.- Balbuceé entre los borbotones de sangre de mis labios. -Mi... arma...- El Patriarca me interrumpió.
-¿Y de dónde vino el disparo, pues? Yo mismo vi como sacabas tu arma y disparabas. ¡Maldita sea la gracia de los Nueve! ¿Por qué mataste al Ethanestoff?- dijo mientras me apretaba la daga contra la clavícula.
-Lo habría hecho, señor, créame, y justo después habría acabado con usted a cuchilladas si fuese necesario. Pero de mi arma no salió proyectil alguno. Mi dedo índice no fue lo bastante rápido.- La muerte me esperaba y la había aceptado ya. No quedaba esperanza alguna para mí. Me miró con furia. Furia que no estaba alimentada por pena hacia el muerto, sino por miedo. Miedo ante cualquier amenaza que pueda gestarse contra él. Contra los nobles, los ricos. El disgusto crece en los bajos fondos, los barrios más pobres se mueren y sufren la viruela. -Tiene miedo, ¿verdad?- Susurré. -Los dioses son débiles cuando el pueblo no tiene fe en ellos.-
El anciano se quedó callado un momento. -¿Vas a morir por nada?- dijo recuperándose y mirándome por encima- ¿vas a gastar una larga vida por callar? ¿Por qué lo mataste? ¿Por qué lo ibas a matar?
Tomé aire mientras miraba al suelo, mi cuerpo colgando de los brazos de los dos guardias. -Mi padre... era arquitecto. Dirigió la recuperación de este mismo templo hace 5 años. Usted lo conocía, mi señor. Jensen Starvos, le llamaban "Manos blancas" porque siempre tenía sus manos manchadas del polvo del mármol trabajado.
Mientras hablaba el Patriarca se volvió hacia mí sorprendido. -¿Eres el hijo del arquitecto?
-Mi padre trabajó largos meses en este lugar. Lo convirtió en su segunda casa, lo conocía al detalle, mejor que a su propio hogar, mejor que al cuerpo de mi madre. -Aspiré con fuerza.- Conocía todos sus... secretos.
Hubo un largo silencio, interrumpido por el Patriarca. Empujó a los guardias que me sujetaban y me agarró del cuello. A pesar de la edad, sentí fuerza en la tenaza de carne que me aprisionaba. Me arrastró como pudo mientras llamaba a su capitán para que le ayudase. -Dos más guardad la entrada a la Sala Roja, ¡el resto salid a la plaza y acabad con el caos de las calles!-
La sala roja era una estancia interior, al norte del centro de la cúpula en la sala principal. Era un espacio ovalado, con una estatua de mármol de un guerrero con un yelmo de plumas rojas y una cama carmesí. La estatua se situaba sobre un pedestal rectangular, que en realidad era la tumba del rey Astor el Protector. Un descanso eterno para un monarca. A su alrededor, a lo largo del óvalo, se sucedían unas 50 columnas de tumbas de soldados que murieron en el delta del Icos, organizadas hasta en 5 pisos que llegaban hasta el techo. Acompañarían al rey más de 250 fieles guerreros muertos, en eterna guardia junto a su señor. El patriarca y su capitán me arrastraron circunvalando la estatua central, que parecía juzgarme con su lanza mientras yo me postraba arrodillado ante él. En el otro extremo de la estancia se abría un nicho con una pila, y sobre ella una balda de piedra sujetando un cáliz de plata y rubíes. El patriarca tomó el cáliz y presionó la balda sobre la que se encontraba. Se oyó un sonido fuerte tras el nicho y la corriente pasó por una pequeña puerta secreta tras la roca. Ante ellos unas escaleras que descendían hacia la oscuridad. El espacio ya no estaba cuidado, no había mármol, ni azulejos rojos ni estatuas gloriosas. Un angosto pasillo interminable de piedra sin trabajar recubierta de musgo y una humedad que ahogaba el aliento.
-Estos son los secretos que desenterró tu padre del olvido, ¿no es cierto? -No pude evitar la congoja. Ante mí nacía un pasaje de apenas dos metros de altura por uno y medio de ancho, flanqueado en las paredes por nichos y tumbas. Un cementerio largo tiempo olvidado que llegaba más allá de donde la vista se perdía en la oscuridad. En cada lado del pasillo unas 4 filas interminables, unas sobre otras de féretros de piedra, ataúdes encajonados.
-Las catacumbas... -dije, ya con la sangre de los labios seca. Miré al patriarca desafiante: -Matasteis a mi padre cuando descubrió esto, ¿verdad?-
-La historia la escriben los vencedores, chico. -dijo el viejo- Astor ganó en el delta, y a pesar de que los libros dicen que la victoria se saldo con sólo 250 bajas de nuestro bando, cierto es que esos libros los escribimos nosotros. El mito de tan gloriosa y absoluta victoria ensombreció la verdad de lo que ocurrió aquel día: una victoria pírrica. Los 250 que murieron acorde a las historias restan en la sala roja. Aquí, en estas catacumbas descansan los 12000 restantes que murieron aquel día.
-¿Por qué? -exclamé.- ¿Por qué olvidarles?
-¿Crees que Astor habría contado con el apoyo del pueblo si se supiese que había enviado a más de diez mil hombres a la muerte? Aquél día 12000 de los nuestros cayeron ante 9000 hombres de Ifflehim. Ganamos militarmente. Perdimos humanamente. A la vuelta, el rey entró a la ciudad acompañado de 8000 triunfales supervivientes y seguido de carros cargados con toneladas de cadáveres. Según el Lord dijo, eran los cadáveres del enemigo, que gracias a su bondad yacerían en nuestra ciudad, como rivales honorables. -el viejo paró y miró al horizonte negro de ese pasillo interminable.- Mentira. Los cuerpos de los 9000 de Àn-Ermaugh se pudrían en el delta, corrompido por la muerte y convertido en un pantano. La carnaza que había entrado en la ciudad era la de los hombres de el rey Protector, muertos por la urbe que habían jurado proteger. Después de todo, Astor quiso tener algo de honor bajo la mentira. 12000 cadáveres, padres, hijos, maridos y hermanos; muertos por su Lord. Aquí yacen olvidados, habiéndose sacrificado en vida y en muerte por el estatus de su rey. Nuestra ciudad es lo que es hoy por su muerte y su olvido. Nuestros últimos 1500 años se han basado en esta mentira.
Un extraño sentimiento recorría mi cuerpo. Las tumbas parecían dejar escapar tímidos suspiros secos en la estancia inundada por un aire pesado y pegajoso. Me llegaba a sentir culpable. Eran desgraciados, pobres hombres injustamente olvidados.
-Tu padre murió por eso, chico. Descubrió la Tumba de los Olvidados. No nos podíamos arriesgar a que hablase. Durante siglos hemos intentado recobrar las relaciones con Ifflehim, pactar una paz tras tantos años de odio y rencor por lo ocurrido aquel día. -El viejo tenía un brillo extraño en sus ojos mientras hablaba, y el frío y el aire parecía más cargado.- Tu padre querría honrar a los que aquí restan, pero este descubrimiento habría hecho fuertes a Ifflehim, se habrían levantado en armas al ver que después de todo nosotros no eramos tan superiores como ellos creen y el intento de paz sería un fracaso. Logramos silenciarle. Pero tú, bastardo, tú has matado al hijo del señor de Ifflehim; y con ello viene la guerra. ¿Aún no tienes nada que decir?
-Sí... -dije con una mueca sonriente- Yo no he matado a nadie, y de haberlo hecho te habría matado a ti, asesino...-dije riendo, llevado por una extraña locura.- Y... viendo lo que se os viene encima... creo que vais a tener que ampliar este sitio.
El viejo me pisó la cabeza hasta que mis risas cesaron.
El anciano se quedó callado un momento. -¿Vas a morir por nada?- dijo recuperándose y mirándome por encima- ¿vas a gastar una larga vida por callar? ¿Por qué lo mataste? ¿Por qué lo ibas a matar?
Tomé aire mientras miraba al suelo, mi cuerpo colgando de los brazos de los dos guardias. -Mi padre... era arquitecto. Dirigió la recuperación de este mismo templo hace 5 años. Usted lo conocía, mi señor. Jensen Starvos, le llamaban "Manos blancas" porque siempre tenía sus manos manchadas del polvo del mármol trabajado.
Mientras hablaba el Patriarca se volvió hacia mí sorprendido. -¿Eres el hijo del arquitecto?
-Mi padre trabajó largos meses en este lugar. Lo convirtió en su segunda casa, lo conocía al detalle, mejor que a su propio hogar, mejor que al cuerpo de mi madre. -Aspiré con fuerza.- Conocía todos sus... secretos.
Hubo un largo silencio, interrumpido por el Patriarca. Empujó a los guardias que me sujetaban y me agarró del cuello. A pesar de la edad, sentí fuerza en la tenaza de carne que me aprisionaba. Me arrastró como pudo mientras llamaba a su capitán para que le ayudase. -Dos más guardad la entrada a la Sala Roja, ¡el resto salid a la plaza y acabad con el caos de las calles!-
La sala roja era una estancia interior, al norte del centro de la cúpula en la sala principal. Era un espacio ovalado, con una estatua de mármol de un guerrero con un yelmo de plumas rojas y una cama carmesí. La estatua se situaba sobre un pedestal rectangular, que en realidad era la tumba del rey Astor el Protector. Un descanso eterno para un monarca. A su alrededor, a lo largo del óvalo, se sucedían unas 50 columnas de tumbas de soldados que murieron en el delta del Icos, organizadas hasta en 5 pisos que llegaban hasta el techo. Acompañarían al rey más de 250 fieles guerreros muertos, en eterna guardia junto a su señor. El patriarca y su capitán me arrastraron circunvalando la estatua central, que parecía juzgarme con su lanza mientras yo me postraba arrodillado ante él. En el otro extremo de la estancia se abría un nicho con una pila, y sobre ella una balda de piedra sujetando un cáliz de plata y rubíes. El patriarca tomó el cáliz y presionó la balda sobre la que se encontraba. Se oyó un sonido fuerte tras el nicho y la corriente pasó por una pequeña puerta secreta tras la roca. Ante ellos unas escaleras que descendían hacia la oscuridad. El espacio ya no estaba cuidado, no había mármol, ni azulejos rojos ni estatuas gloriosas. Un angosto pasillo interminable de piedra sin trabajar recubierta de musgo y una humedad que ahogaba el aliento.
-Estos son los secretos que desenterró tu padre del olvido, ¿no es cierto? -No pude evitar la congoja. Ante mí nacía un pasaje de apenas dos metros de altura por uno y medio de ancho, flanqueado en las paredes por nichos y tumbas. Un cementerio largo tiempo olvidado que llegaba más allá de donde la vista se perdía en la oscuridad. En cada lado del pasillo unas 4 filas interminables, unas sobre otras de féretros de piedra, ataúdes encajonados.
-Las catacumbas... -dije, ya con la sangre de los labios seca. Miré al patriarca desafiante: -Matasteis a mi padre cuando descubrió esto, ¿verdad?-
-La historia la escriben los vencedores, chico. -dijo el viejo- Astor ganó en el delta, y a pesar de que los libros dicen que la victoria se saldo con sólo 250 bajas de nuestro bando, cierto es que esos libros los escribimos nosotros. El mito de tan gloriosa y absoluta victoria ensombreció la verdad de lo que ocurrió aquel día: una victoria pírrica. Los 250 que murieron acorde a las historias restan en la sala roja. Aquí, en estas catacumbas descansan los 12000 restantes que murieron aquel día.
-¿Por qué? -exclamé.- ¿Por qué olvidarles?
-¿Crees que Astor habría contado con el apoyo del pueblo si se supiese que había enviado a más de diez mil hombres a la muerte? Aquél día 12000 de los nuestros cayeron ante 9000 hombres de Ifflehim. Ganamos militarmente. Perdimos humanamente. A la vuelta, el rey entró a la ciudad acompañado de 8000 triunfales supervivientes y seguido de carros cargados con toneladas de cadáveres. Según el Lord dijo, eran los cadáveres del enemigo, que gracias a su bondad yacerían en nuestra ciudad, como rivales honorables. -el viejo paró y miró al horizonte negro de ese pasillo interminable.- Mentira. Los cuerpos de los 9000 de Àn-Ermaugh se pudrían en el delta, corrompido por la muerte y convertido en un pantano. La carnaza que había entrado en la ciudad era la de los hombres de el rey Protector, muertos por la urbe que habían jurado proteger. Después de todo, Astor quiso tener algo de honor bajo la mentira. 12000 cadáveres, padres, hijos, maridos y hermanos; muertos por su Lord. Aquí yacen olvidados, habiéndose sacrificado en vida y en muerte por el estatus de su rey. Nuestra ciudad es lo que es hoy por su muerte y su olvido. Nuestros últimos 1500 años se han basado en esta mentira.
Un extraño sentimiento recorría mi cuerpo. Las tumbas parecían dejar escapar tímidos suspiros secos en la estancia inundada por un aire pesado y pegajoso. Me llegaba a sentir culpable. Eran desgraciados, pobres hombres injustamente olvidados.
-Tu padre murió por eso, chico. Descubrió la Tumba de los Olvidados. No nos podíamos arriesgar a que hablase. Durante siglos hemos intentado recobrar las relaciones con Ifflehim, pactar una paz tras tantos años de odio y rencor por lo ocurrido aquel día. -El viejo tenía un brillo extraño en sus ojos mientras hablaba, y el frío y el aire parecía más cargado.- Tu padre querría honrar a los que aquí restan, pero este descubrimiento habría hecho fuertes a Ifflehim, se habrían levantado en armas al ver que después de todo nosotros no eramos tan superiores como ellos creen y el intento de paz sería un fracaso. Logramos silenciarle. Pero tú, bastardo, tú has matado al hijo del señor de Ifflehim; y con ello viene la guerra. ¿Aún no tienes nada que decir?
-Sí... -dije con una mueca sonriente- Yo no he matado a nadie, y de haberlo hecho te habría matado a ti, asesino...-dije riendo, llevado por una extraña locura.- Y... viendo lo que se os viene encima... creo que vais a tener que ampliar este sitio.
El viejo me pisó la cabeza hasta que mis risas cesaron.
4 de junio de 2013
Demomaquia (Parte V) | Lugar erróneo, momento equivocado
"Una capucha gris, como un peregrino que llega a una nueva tierra para liberarla de los cuervos y los buitres. Es un lobo, un halcón que caza ratas."
Me deslizo entre las figuras de la muchedumbre como entre la maleza de un manglar. Mi rostro ensombrecido bajo la capucha gris y me coloco el pañuelo tapándo mis facciones. Se muestran reacios a dejarme paso, me cuesta avanzar entre tanta gente. Estoy a apenas 20 yardas del carruaje cuando de pronto los guardas empujan a las primeras filas de espectadores con hostilidad, protegiendo al señor y al Patriarca, haciendo pasar sus alabardas a escasas pulgadas del público. Los guardianes están colocados a unas 3 yardas el uno del otro, para cubrir un espacio mayor, habiendo una valla adornada entre cada uno de ellos. Me muevo entre tanto caos rodeando el carruaje hasta poder ver a mis objetivos saludándose. Avanzo esquivando miradas y discretamente busco mi pistola de percusión enfundada a mi espalda bajo el abrigo. Paso a paso mi mano aferra el arma con mayor fuerza. Ya no hay vuelta atrás, los guardias me miran. Me dispongo a saltar una de las vallas entre dos guardias rápidamente, aprovechando el gentío y la confusión me dará unos segundos de ventaja antes de que se echen sobre mí., quizás incluso pueda escapar de esta. Un guardia me ha visto, me alerta, lo ignoro. Salto la valla y estoy a 5 metros de el noble, desconoce que a sus espaldas se le aproxima su muerte. El guardia salta la valla, se disponen a reducirme. Desenfundo la pistola rápidamente, apunto al viejo.
Un estruendo envuelve la plaza y todo se hunde en un silencio mortal. El señor del este se desploma. Me quedo paralizado, aún con el brazo en alto apuntando al frente, a la cabeza del Patriarca, pero estoy paralizado. Me paso la mano libre por mi cara, estoy empapado en sangre que no es mía. Vuelvo a alzar la mirada hacia el Patriarca, que me mira aterrorizado antes de huir entre la marea de corazas que es su guardia personal, cuyo capitán, de alto penacho rojo corre hacia mí, señalándome. Vuelvo en mí y me doy la vuelta, vienen a por mí, y veo como la muchedumbre se dispersa. Rápidamente huyo e intento perderme entre el mar de individuos. Las alabardas ondean y derriban a muchos. Salgo del gentío y me dirijo a una callejuela donde quizás les pierda, pero cuando estaba a punto de entrar siento como una hoja se hunde en mi gemelo. Me derriban y el guardia pone el lucerne en mi cuello. Cuando quiero darme cuenta estoy rodeado de ellos, con sus rodillas en mi sien y mis manos asfixiadas, inmovilizadas por una pareja de guardias. Rápidamente me doy cuenta, mientras me levantan y me empujan hacia el interior del templo, que algo peor que la muerte me espera.
19 de mayo de 2013
The Fog
Put you own soul in you pockets, safe it is, swear it to be.
Hide it from the others who want to steal it from thee.
Now in the darkest hours, where no haven can be seen.
May you find your place on Earth before the sky gets blinded by him.
Miss the sun when it's no longer felt, recite your prayers soon.
Before the dark swallows come and the pikes tumble down.
Bethink the beams of light you used to enjoy in other times.
Run away from the fog before it closes the gaps between him and you.
Jump the chasms and the rifts and the holes that he left in you heart.
Don't forgive nor forget, take another look at the scars in your wrists.
Behold the times that are about to come, embrace your rebirth.
Don't close your eyes, don't give up my dear, get up and keep your way.
No longer your blinded by the lies and the voices with which you suffered in pain.
Show yourself to this newborn world and lead this bright parade.
Take your time, know the mankind and maybe we're fine with them.
No matter, I'll be right before you and shall I follow you to the end of the days.
We'll see how world grows in its new form and shall we bring life in peace.
A dream of lives that have go through so much finally let them enjoy their mirth.
With a sun that shines so bright and a moon which imbrues 'em with might.
Free as they are, away from the fog that brought extinction to this land.
Hide it from the others who want to steal it from thee.
Now in the darkest hours, where no haven can be seen.
May you find your place on Earth before the sky gets blinded by him.
Miss the sun when it's no longer felt, recite your prayers soon.
Before the dark swallows come and the pikes tumble down.
Bethink the beams of light you used to enjoy in other times.
Run away from the fog before it closes the gaps between him and you.
Jump the chasms and the rifts and the holes that he left in you heart.
Don't forgive nor forget, take another look at the scars in your wrists.
Behold the times that are about to come, embrace your rebirth.
Don't close your eyes, don't give up my dear, get up and keep your way.
No longer your blinded by the lies and the voices with which you suffered in pain.
Show yourself to this newborn world and lead this bright parade.
Take your time, know the mankind and maybe we're fine with them.
No matter, I'll be right before you and shall I follow you to the end of the days.
We'll see how world grows in its new form and shall we bring life in peace.
A dream of lives that have go through so much finally let them enjoy their mirth.
With a sun that shines so bright and a moon which imbrues 'em with might.
Free as they are, away from the fog that brought extinction to this land.
19 de marzo de 2013
Demomaquia (Parte IV) | Templos e historia
"Miradles, escondidos tras escudos verdes. Todos ellos morirán hoy. Y muchos de nosotros también caeremos con honores. Ellos son los causantes del mal de nuestra gente. Nuestra urbe se eregirá como gobernadora de todo territorio, desde las costas del oeste hasta las áridas tierras del este. Las aguas de este río se han alimentado con miles de años de guerra. Nutridlas pues con su sangre, hijos míos"
La plaza está desierta, tanto frío causa la insensibilidad en mis dedos. Estoy sentado en un banco a unas 150 yardas del portón del templo. No deben ser ni las siete de la mañana, y el sol aún no alumbra la torre del reloj como para permitirme ver la hora exacta. La plaza está desierta. Las puertas del templo están cerradas.
Es gigantesco, siempre que había pasado por delante de la fachada me había sentido como un insignificante grano de arena ante tal majestuosidad arquitectónica. Las grandes columnas con fustes detallados con imágenes de guerras y héroes sostenían un friso liso, sobre el cual se alzaba un frontón semicircular con un altorrelieve de la batalla del delta del Icos, tantos murieron hace tantos años. En el frontón se distinguía una inscripción ya casi ilegible, en una lengua ya largo tiempo olvidada. Mi padre era arquitecto, recuerdo algunas cosas que me contó del templo. El nombre oficial es Templo Magno de Astor el protector. Fue construido en honor a la victoria de éste ante el rey Àn-Ermaugh, de Ifflehim en el delta del río Icos, hace más de mil quinientos años. Según se dice en las antiguas escrituras, la litografía del frontón reza unas palabras que el propio Astor pronunció antes de entrar en combate: "Las aguas de este río se han alimentado con miles de años de guerra. Nutridlas pues con su sangre, hijos míos". Pacíficas palabras para colocar en un edificio público, ciertamente.
La gente comienza a llegar, se han colocado unas vallas de madera adornada con banderas y blosones de la ciudad formando un pasillo desde el centro de la plaza hasta el portón del templo. La plaza se llena de personas, curiosos madrugadores que esperan un espectáculo. La luz del sol matinal baña el espacio y el reloj de la torre se muestra ante todos los que se reúnen bajo su sombra. Son las 11:30.
Queda poco para que llegue el señor, como decían los carteles. Se oye un barullo proveniente del centro de la plaza. Miro de nuevo al reloj, son las 11:44. El carruaje ha llegado. Entre tantos gritos, se para en el epicentro, entre banderas y sobre una alfombra enorme que cubre una gran superficie. Se paran los caballos y los hombres en brillantes armaduras y con largas armas de acero hacen las veces de murallas humanas que separan al gentío del carro. Y entonces las puertas se abren, con un sonido sordo, y un frío aliento parece ser escupido por el interior del templo. Las gentes callan, y entre las sombras del interior aparece una figura atraviada en blanca túnica, con una barba gris que le llega a la altura del pecho. El cerdo del patriarca sale a la plaza y baja el crepidoma acompañado de una comitiva de eclesiásticos, guardias magnos y sirvientes. A su vez, la muchedumbre grita. Parece que el joven del este ha bajado de su carruaje.
Me levanto y me dirijo a mi objetivo. Miro una última vez a la torre y veo un brillo característico proveniente de una de las ventanas bajo el gran reloj. Estoy concentrado y decidido. Hoy la sangre nutrirá algo más que el delta del Icos.
14 de marzo de 2013
Ropas beiges
Un vestido de tela beige, transparente que, con palabras mudas el viento esculpe figura de suaves formas. El barro lo oscurece, no elimina el color carne al ropaje. De tacto rugoso pero agradable, un placer para los dedos. Y qué placer hay mayor que abrazar, como una cinto a una cadera, una vestida por un vestido beige.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)