9 de diciembre de 2012

Hijos del odio

Son soldados de una armada divina, aplastados por botas de oro en dolorosas procesiones. Pobres sufridores con embudos incrustados en sus cráneos dando paso a mentiras elaboradas durante más de veinte siglos. Mentes programadas en el arte de la hipocresía, nombra al padre y será blasfemia pero deberás permitirle tachar de hereje al adorador de otras imágenes. 

Las enseñanzas del nazareno ya están olvidadas, y venden su cara como souvenir en sus templos. Arte en balde dedicado a la fe, olvidando la belleza de la realidad y del ser. Piedras y mármoles consagrados a la ignorancia, torres tan altas para llegar a las puertas de luz. Predica la verdad acompañada de opio, será entonces morfina para el desesperado. 

Soy tu salvación pues ya no temerás tu muerte, ahora temerás al señor. Predica la paz y la humildad con armas y báculos de oro, excúsate pues quien da ejemplo no eres tú, sino el crucificado en Galilea. 

Y será feliz y justo el mundo, cuando la religión se limite al individuo, cuando deje de tiranizar la sociedad. Hasta entonces, los necios seremos los idiotas que nos resistimos a dar por perdida nuestra voluntad, los hijos del odio hacia todo lo divino, los ciegos que no deseamos ver la luz. 

Lo que ellos no saben, es que a nosotros nos ilumina el sol sobre nuestras cabezas, y no sus lámparas de aceite desprendiendo aromas narcotizantes.


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