Permíteme recordarte,
alma de ojos vidriosos;
cuando nos dedicábamos miradas
en vez de cumplidos.
Cuando mis pasos los guiaba la felicidad
y no una débil esperanza.
Cuando el deseo era pasión
y no crear encrucijadas.
Cuando las palabras eran dulces
y no ácidas y cortantes.
Cuando el calor inundaba el espacio
y los colores eran claros.
Color añil y magenta,
del frío que camuflaban los besos.
Color añil y magenta,
del calor que emanaban sus labios.
Color amarillo y negro,
de sonrisas ensangrentadas.
Color amarillo y negro,
de la locura y la insania.
Llora para mí un río, como decía la canción,
de aguas dulces que revivan mi interior.
En el que se refleje un futuro
que me despoje del temor.
Que así su corriente y cauce
me guíe hacia el amor.
Que vuelvan las fuerzas
a los dedos de mis manos,
para tocar esos acordes
prohibidos y olvidados.
Pues son acordes felices
exentos de llanto.
El billete, como me dijo el barquero,
pertenece al feliz. Y yo,
alma gris, anido en prados negros;
donde espero mi billete
como devoto un milagro
o agua el sediento.
Pero no me es dado más
que falsa esperanza.
Igual de útil que para un pez
una fotografía del agua.
Y me hundo hasta el abismo,
donde mi vista no es necesaria.
Y me hundo en la locura,
y mi cordura se desata.
Las luces en las noches
perdieron todo el brillo.
No hay calor que me resguarde,
de todo este frío.
Designa culpables, traidores y sombras.
No entones siquiera el "mea culpa".
¿Soy mentira y no verdad?
¿Acaso un sujeto a modo de parche?
Sentirse nicotina no es bueno
para alguien que siente todo en balde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario